sábado, 24 de agosto de 2013

NÁUSEAS Y PESADILLAS


Hace veinte años, la vida de Fernando García, la de su esposa y la de otras dos matrimonios de Alcasser, se hicieron añicos tras el salvaje asesinato de sus respectivas hijas, Miriam García Iborra, Toñi Gómez Rodríguez y Desirée Hernández Folch.

Soy madre de una hija, he sido joven y me ha gustado divertirme y, quizás por eso, durante más de una semana tuve auténticas pesadillas con esas niñas, en las que soñaba lo que pudo haber sido su tortura, desde que supuestamente se subieron a ese coche para comprobar en seguida que no las llevarían a donde pensaban ir hasta que, finalmente, fueron asesinadas de un tiro en la frente. El dolor de esos padres y madres, la voz con que la madre de Miriam decía que iba a mantener su cuarto igual que lo había dejado y la determinación con la que Fernando García se despojó de su propia vida para buscar a los asesinos de su hija, son imágenes que aún me hacen llorar cada vez que las evoco.

Pese a que, quizás se pecó de exceso de amarillismo por parte de los medios, no me perdí prácticamente ninguna intervención de Fernando García en televisión y prensa y, viendo su rostro de muerto en vida, abrigué el convencimiento de que algún día tendría que hacerse justicia porque era de ley y mérito y es que yo siempre creí que Anglès i Ricart sólo eran las cabezas de turco de una trama mucho más sucia.

Ya hace mucho tiempo que Fernando García se fue de Alcásser y, en el pueblo, hay una conspiración de silencio hacia todo lo que tenga que ver con el caso.

Hace unos días, leí en la prensa que Carlos Fabra añadía a su ya abultada colección de delitos, una presunta relación con una red de pederastia y, automáticamente, mi primer pensamiento fue para las niñas de Alcásser; sé que no fui la única.

Ahora, los medios vuelven a revolver el asunto; hay filtraciones de unos presuntos documentos que destapan toda esa trama y que, si fuesen auténticos, confirmarían lo que siempre sospeché.

Pero mientras tanto, yo me niego a leer nada más; este caso ya me produce las suficientes náuseas como para que se me revuelva el estómago cada vez que lo recuerdo. No quiero saber nada que no sea que la verdad ha salido a la luz, que todos los culpables van a pagar de verdad por ello y que Fernando García, mi querido Padre Coraje, por fin podrá descansar sabiendo que se ha hecho justicia.

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